(27/10/17 – AgenciaCyTA-Instituto Leloir. Por Matías A. Loewy). La epidemia de zika, que en los últimos años circuló en 75 países y en 2016 fue declarada por la Organización Mundial de la Salud como una “emergencia de salud pública de preocupación internacional”, en especial por aumentar el riesgo de microcefalia en recién nacidos, sigue la dinámica de muchas infecciones provocadas por esa familia de virus: una vez que se extingue la población susceptible, tiende a desaparecer de la escena pública.
Eso explicó el Dr. Jimmy Whitworth, profesor de Salud Pública Internacional de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, quien recordó que los casi 500.000 casos que estimó la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante 2016 se transformaron en “apenas” 31.000 entre enero y junio de este año. En Brasil, el país más afectado, los 170.000 casos entre enero y abril de 2016 bajaron a menos de 8.000 en el mismo período de 2017. Y la cifra podría bajar incluso más en 2018.
Sin embargo, no hay que celebrar antes de tiempo: Whitworth anticipó que la próxima gran epidemia podría darse en 10 años, tal como reveló durante un taller en el X Congreso Mundial de Periodismo Científico (WCSJ2017) que se está celebrando en San Francisco, Estados Unidos.
El pronóstico marca la necesidad de que, en ese lapso, logre avanzar alguno de las decenas de proyectos de vacuna contra el virus. Y una de las dificultades es que la abrupta disminución global en el número de casos torna difícil completar los ensayos para documentar su eficacia y seguridad. “Lo que es bueno para la población, es mala noticia para los ensayos de las vacunas”, sostuvo Whitworth. Al menos un gigante farmacéutico (Sanofi) desactivó o recortó fondos para ese desarrollo en septiembre pasado.
De acuerdo con el médico inglés, es muy importante que ya haya una vacuna lista para la próxima epidemia. “La razón es que, si no las vacunamos, vamos a tener niñas de 9, 10, 11 o 12 que probablemente se vayan a infectar cuando están a punto de entrar en los años reproductivos. Y eso sería devastador para los bebés que aún no nacieron”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir.
Otras medidas para el control de la infección tienen limitaciones. La fumigación sólo funciona en escala local y para controlar mosquitos Aedes aegypti adultos; las estrategias para interferir con la reproducción de los vectores liberando al ambiente mosquitos transgénicos o inoculados con una bacteria natural, enfrentan la resistencia de grupos activistas que temen por su impacto ambiental; y el diseño de fármacos antivirales resulta difícil de poner en práctica. “¿Usted probaría una droga experimental en mujeres embarazadas?”, se preguntó Whitworth.