Casi una quinta parte de los estadounidenses tienen una batalla diaria contra un dolor debilitador y crónico, revela una nueva encuesta de gran tamaño, y las personas mayores y las mujeres son quienes más sufren.
La encuesta de aproximadamente 35,000 hogares estadounidenses provee la primera instantánea del panorama del dolor en Estados Unidos, afirmaron los autores del sondeo.
El resultado: un dolor significativo y debilitador que perdura durante tres o más meses es ahora una característica común de las vidas de un estimado de 39 millones de estadounidenses.
"Nuestros hallazgos no me resultaron particularmente sorprendentes", comentó el autor del estudio, Jae Kennedy, profesor de políticas y administración de salud de la Universidad Estatal de Washington, en Spokane. "Pero me pareció aleccionador que tantos adultos estadounidenses estén luchando contra un dolor persistente".
"En el futuro, será importante rastrear los cambios en las tasas de dolor persistente en EE. UU., y compararlas con las de otros países con unos sistemas de atención sanitaria distintos", planteó Kennedy.
Kennedy y sus colaboradores informan sobre sus hallazgos en la edición de octubre de la revista Journal of Pain.
Para tener una idea de la magnitud de la experiencia de los estadounidenses con el dolor, los autores del estudio analizaron respuestas a una encuesta de 2010 del Centro Nacional de Estadísticas de Salud.
Los que dijeron que habían experimentado un dolor continuo grave durante los tres meses anteriores fueron el enfoque de la encuesta, en lugar de los participantes que dijeron que habían sufrido un dolor a corto plazo, intermitente, o moderado.
El resultado: en general, se consideró que el 19 por ciento de los adultos encuestados habían experimentado un dolor diario "crónico" y severo.
Esa agrupación, en su mayor parte, no incluyó a adultos que dijeron que se enfrentaban a la artritis o al dolor de espalda y de las articulaciones, ya que esas personas tendían a señalar que su dolor no era constante ni persistente, anotaron los autores del estudio.
Pero la cifra del dolor crónico superó el 19 por ciento en grupos específicos de encuestados, como los que tenían de 60 a 69 años de edad, las mujeres, los que dijeron que su salud era regular o mala, los que eran obesos o tenían sobrepeso, y los que habían sido hospitalizados en el año anterior.
Y entre los que tenían dolor crónico, más de dos tercios dijeron que su dolor estaba "presente de forma constante", mientras que más de la mitad afirmaron que en ocasiones su dolor era "insoportable y agónico".
Ese nivel de dolor físico puede provocar dolor psíquico, anotó Kennedy.
"Tener dolor es deprimente", dijo en una declaración. "Tener dolor todo el tiempo es agotador. Tener dolor todo el tiempo genera ansiedad. Así que es plausible que el dolor esté desencadenando otros tipos de distrés más psicológico".
Kennedy sugirió que para los que experimentan un dolor crónico y debilitador, hay una variedad de intervenciones potenciales, como la fisioterapia y la terapia ocupacional, el ejercicio, los cambios en la dieta, perder peso, el masaje y la psicoterapia, junto con intervenciones alternativas como la acupuntura, el yoga y los servicios quiroprácticos.
Los medicamentos, que incluyen los analgésicos narcóticos como la hidrocodona, la oxicodona y la morfina, también pueden resultar útiles, pero solo si se evita el uso a largo plazo, señaló Kennedy.
"Está claro que usamos en exceso los opiáceos [narcóticos]", anotó. "EE. UU. consume alrededor del 80 por ciento del suministro mundial de opiáceos, y el 99 por ciento del suministro de hidrocodona. Esos medicamentos son efectivos a corto plazo, [por ejemplo] para el manejo del dolor postoperatorio, pero el uso a largo plazo con frecuencia conduce a la dependencia o a la adicción".
Bob Twillman, director de políticas y defensoría de la Academia Americana del Control del Dolor (American Academy of Pain Management), se mostró de acuerdo, señalando que el tipo de dolor debilitador que puede imposibilitar que una persona trabaje tiende a tener muchas fuentes distintas, y que los analgésicos narcóticos no son la mejor solución para todas.
"Si una sola cosa provocara el dolor, quizá tuviéramos un tratamiento que funcionara para la mayoría de personas", planteó. "Pero dado que tenemos millones de personas con docenas, o quizá cientos, de causas de dolor, no podemos usar un método generalizado para tratarlo".
Y eso significa que los medicamentos quizá no siempre sean la mejor respuesta para todos los pacientes, añadió Twillman.
"Esos medicamentos son maravillosos cuando funcionan, pero en promedio, solo alivian alrededor de una tercera parte o menos del dolor crónico que las personas experimentan, y quizá sean completamente ineficaces para el tratamiento de algunos tipos de dolor crónico", apuntó Twillman. Esos fármacos tampoco hacen nada por abordar los aspectos emocionales, mentales y conductuales de la gestión del dolor, agregó.
"Para hacer el mejor trabajo posible al atender a las personas con dolor crónico, debemos tener en cuenta todos esos aspectos de la experiencia del dolor, e intentar abordarlos todos", enfatizó Twillman. "Cuando logremos hacer eso, tendremos éxito al abordar el dolor crónico con que millones de estadounidenses viven a diario".
FUENTES: Jae Kennedy, Ph.D., professor, health policy and administration, Washington State University, Spokane; Bob Twillman, Ph.D., FAPM, director, policy and advocacy, American Academy of Pain Management; October 2014 Journal of Pain.